viernes, 28 de agosto de 2009

Acabando lo maldito termino por decir que he vivido en lo extraño del horizonte, en esa línea que sólo se ve de lejos, inalcanzable, interminable, intranquila de soledad.
He acabado allí, estado a lo lejos para verlos a ustedes, pequeños hombres, mujeres, poetas, los observé desde lo lejos, allí donde ustedes ven, con ojos fulgorosos de abrazos, la necesidad de un cálido beso de verano. Me senté allí para reírme de ustedes, porque llegué a lo fatuo, porque alcancé el elixir de la no-vida, la no-muerte, y comprendí que cuerpo y sombra son uno.
Vi sus lágrimas, ¡Qué triste es su vida! Nadan en mares de sangre, respiran distancias de amor.
Qué horrible fue, sin embargo, penetrar esa existencia de lo lejano, horizonte impío. No pude sino más que sufrir por carencia carnal, sed de placeres terrenales, mal de la humanidad. Ustedes muriendo, yo agonizando de austeridad. He comprobado que morir no es peor que la ansiedad, falta de calor, rubor o amor.
Y aquel otoño, falso, ¡qué vale de ese otoño!, hojas verdes o secas me mintieron. Oleajes que los mortales jamás verán me impulsaron entonces a los más terribles confines de la crueldad, en donde el otoño se tornó negro. Árboles sin llorar, otoño sin despertar, y por eso volví.

No hay comentarios.: