domingo, 30 de noviembre de 2008

Lluvia


Lloro mares de carbón;
cae la noche y se hace alba.
Sueños mueren en absurdos deseos.

De a poco se crea la calma;
la poderosa bestia, azul.
Ruge el cielo cual temeroso león.

Silban entonces los niños;
creen el agrio cuento del fauno.
No hay hojas en sus primaveras.

Pequeño destello, ojos turbios de anhelo;
camina conmigo, flota en mi mar de grises.
Despierta y sal a jugar.

Suave de mí, seda dulce de ensueño;
toca este cuerpo frío, da calor a mi triste sol.
Hospicio a mi nostalgia.

Jamás habrá brillo como aquél;
nunca un lugar así será.
Colores de algo irreal.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Ya no, no se oyen diez cuerdas.
Canta dispersa en el aire;
silencio.

Ya no, no puede amar en su cama.
Hueco vacío y un hombre;
dormido.

Ya no, no hay rojas dulces pasiones.
Ella vestida en aura;
blanca.

Ya no, no moja la luz aquella ventana.
Penumbras cálidas y aterciopeladas;
ceniza.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Noche

Noche, tú me quieres quieto,
paciente de observarte.
Inmenso aquello,
lejos de iluminarme.

Tú me observas ansiosa
con mirada estelar.
Imponente, estás arriba
y me protejes de todo mal.

La suave brisa
le da vida a tu silencio
y en la luna se refleja
la eterna luz de este momento.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Deidad divina, divina deidad,
hubo una vez, una vez hubo,
quien cruzó mares brillantes,
brillantes mares,
para verte ya no llorar.

Llorar por no verte ya,
pequeño cielo, alas blancas en vuelo.
Tu luz sólo veo, sólo veo tu luz
cuando emprendes ese vuelo.

Vuela y aquí me tienes,
llorar por no verte ya.
Mas tu luz tiñe el manto azul;
pequeño cielo, emprende tu vuelo.

Como el mar,
vuela ya que nadie te verá.
Da tu luz a mis ojos
y mis ojos luz te darán.

domingo, 16 de noviembre de 2008

El fin del mundo de cualquier día de esos

Las gotas ya no sólo eran cristales que se desprendían del firmamento.
Las calles, oscuras, comenzaban a derretirse formando lagos de desesperación.
Las almas emprendían su desaparecer, subiéndose a los grandes carruajes que las transportaban
hacia su ansiado palacio real.
Algunos todavía luchaban con sus primitivos escudos; otros, resignados, corrían con desolación.
Las turbias aguas del horizonte se agitaban con furia, y los verdes caminos se hacían grises de
tristeza.
Una vez más, el fin del mundo azotaba sin piedad.

Del hombre que no puede ver

Es difícil darse cuenta cuán hermosa logra ser
la melodía de un ave
en el pleno amanecer.

Dejemos entonces llevar
a esa mente que sabe creer.
Plantémosla lejos
del hombre que no puede ver.

Como el suspiro cayendo en letargos en búsqueda del hogar cuando el hombre busca su canto entre
el ausente trozo de carne pensante, cortando el último aliento de pesquisa terrenal mientras va
por los oscuros lejanos negros bosques temerosos diablos rojos copiosos, piadosos de un
espectáculo de flores dan atención a su regalo, no podrán negarse al canto del más bajo cuando se
trata de un legado, es lo bello del engaño: creer que es necesario rogarle al diablo; pues creer,
entonces, no es certeza sino estar doblegado.

Entonces lejos, donde esté ido.
No necesite luego dónde ver.
Así deslizarme hasta la huida,
sostener la esperanza de crecer
y nadie más que reine como los días pasan.

Creo sólo por mí,
por los demás creer no.
Estoy yo aquí,
aquí yo estoy.

Sólo...

Sol matutino, tan dorado que me proteges.
Si a dormir fuera, ahí estarías; mirando
en mi búsqueda, diurno astro.

Elegante brillo, la luna no eres.
Creería que un dios eres si pudiera en mis sueños verte.
Luz, llanto encandilante.

Intentar la locura no acatar, esbozos de algo real.
Esperanza, sueño, eterno sueño, deseo.
Pero si fuera a dormir no llegaría a tiempo, me iluminarías
antes del anochecer; o el alba cruel.

Quizás, sólo quizás encontraría...
en el reino dorado habita el lobo que busca a sus sabios.
¿Se subliman aclamando clemencia los liberados
o son esos sus llantos?

Ya lo creo, lo bello no era sagrado.
Suficiente, despedida, lejanía;
ya el canto anuncia el final,
ha llegado el verano.