domingo, 16 de noviembre de 2008

El fin del mundo de cualquier día de esos

Las gotas ya no sólo eran cristales que se desprendían del firmamento.
Las calles, oscuras, comenzaban a derretirse formando lagos de desesperación.
Las almas emprendían su desaparecer, subiéndose a los grandes carruajes que las transportaban
hacia su ansiado palacio real.
Algunos todavía luchaban con sus primitivos escudos; otros, resignados, corrían con desolación.
Las turbias aguas del horizonte se agitaban con furia, y los verdes caminos se hacían grises de
tristeza.
Una vez más, el fin del mundo azotaba sin piedad.

1 comentario:

Agostina dijo...

Las calles, oscuras, comenzaban a derretirse

gran detalle



sip, solo tengo 14 años.