Lloro mares de carbón;
cae la noche y se hace alba.
Sueños mueren en absurdos deseos.
De a poco se crea la calma;
la poderosa bestia, azul.
Ruge el cielo cual temeroso león.
Silban entonces los niños;
creen el agrio cuento del fauno.
No hay hojas en sus primaveras.
Pequeño destello, ojos turbios de anhelo;
camina conmigo, flota en mi mar de grises.
Despierta y sal a jugar.
Suave de mí, seda dulce de ensueño;
toca este cuerpo frío, da calor a mi triste sol.
Hospicio a mi nostalgia.
Jamás habrá brillo como aquél;
nunca un lugar así será.
Colores de algo irreal.
domingo, 30 de noviembre de 2008
Lluvia
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