lunes, 7 de julio de 2008

En frente,
por no más de un mes al año.
Alcanzar sus sueños,
ver pasar sus años en el camino
que ante su ser se paraba firme,
gigante.

Cruzaba entonces la impertinencia de ser yo,
mayor, adolescente errante.
Creían "para tu vida, será mejor su encerrar".

Salí al bosque dormido
a buscar por lo perdido.
Y al final he hallado
la inocencia de ser niño.

Oh, amado mío, que en mi carne estás dormido, perdido.

Entrego lo mío, mis oros, mis vinos.
Créeme, no es mi destino.
Ay de aquellos que amen a lo divino,
porque el rey sigue jugando, lo escucho aquí,
se mete en mi oído.
Conoce mis sentidos,
altera mis fluídos,
ensordece mi instinto.

Carbonízame,
angel de alas caídas,
pues veo en ti la muerte,
reencarnación y eterna protección.
Acaríciame, mujer de largos cabellos.
Te entrego el brazo
si tú lo crees bello.

Huí,
huí con otra mujer,

hoy,
aquí.

Está la vieja máquina allí,
corriendo la vieja cinta,
tu favorita.
Estamos todos viendo lo mismo,
con anteojos comprados al mismo hombre.

No hay comentarios.: