domingo, 13 de mayo de 2007

Confesiones de la música y el dios de mi mente


Y qué puedo decir?
Cuando sé que todo va a seguir así
Cuando veo temibles caras con uniforme gris

Y qué puedo decir?
Cuando las calles intransitables
se apoderan de mi

Y qué puedo decir?
Cuando los árboles mueren
....

Canción sin terminar,
melodía sin finalizar.
Permanece en mi
hasta sonar la nota final.

Armonía en alturas
que vienen y van.
Paz espiritual
y tranquilidad corporal.

Vibraciones que me llevan más allá
pentagramas que representan lo que mi alma puede dar.
Un camino hecho de oro y plata
que no se pueden comprar.

El zurco de un ave que vuela más allá
demuestra los campos que sin la música no podría cruzar.

No, no estoy loco.
Soy dios, juego a crear un mundo en donde soy feliz.
Después de todo, quién no lo hace? Quién no imagina su felicidad? Quién no encuentra en su rutina una vida realizada y eficaz en donde establecerse hasta la vejez? Quién discute las imposiciones terrenales de la humanidad?
Soy dios, un eterno inmigrante de mi propia mente que se cree dueño de su mundo. Pero soy un inmigrante. No soy dueño de mi mente. Que hago aquí? Estoy en el mundo que prepararon para mí.
Lo acepto? De todas formas, ya lo acepté

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