viernes, 7 de marzo de 2008

Estaba parado frente a la gran puerta.
Las cruces lo miraban desde todos lados.
Él recibió la señal y miró detrás suyo.
La ventana estaba abierta.
Entonces el cielo comenzó a caer.
De un momento a otro, todo se volvió una gran vía de ferrocarril, con un carruaje al final de la misma, esperando por su pasajero.
El lugar ya estaba destruído.

Son esas aves que sobrevuelan cabezas en la soledad durante un momento eterno.
El mar subió ya, y no baja, no baja.
Se disponen a luchar los astros del hemisferio gris, como cada noche antes de la muerte pre-resurrección.

Sólo una cosa.
Sólo una cosa te salva.
La misma que te destruye.
Tu ser.

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